El relato bíblico cuenta la andadura del profeta Elías, prototipo del profetismo. Los reyes de turno fomentaban un sincretismo religioso donde quedaba diluido el yahvismo: confesión judía en Yahvé único Dios. El profeta Elías proclama esa confesión, la idolatría que fomentan los reyes con sus sacerdotes. Pero su profetismo provoca la ira y persecución de los reyes. Para encontrarse con el verdadero Dios, Elías camina hacia el monte Horeb, y en el camino por el desierto se siente agotado. Pero el ángel de Dios le ofrece pan y agua para que siga. Anuncio del pan de vida que es Jesucristo.
En la carta a los Efesios se recomienda a los cristianos que coman ese pan de vida que es la conducta de Jesús “vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros; desterrad de vosotros toda ira y toda amargura”.
El evangelio según San Juan proclama la entraña de la fe cristiana: Jesucristo es Palabra de Dios, Presencia de amor “en la carne”, en condición humana. En su forma de vivir y de morir por amor, es el pan vivo que da sabor a nuestra vida y fuerza para seguir caminando incluso por las zonas desérticas y agotadoras de nuestra existencia.
Lectura del Libro primero de los Reyes 19, 4-8 :
"…Elías Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo: «Levántate, come»."
Salmo 33,9.
R/ "Gustad y ved qué bueno es el Señor"
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 30–5, 2:
"No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final…"
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 6, 41-51:
En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo»…
La historia del profeta Elías puede iluminar hoy nuestra situación. La principal tentación que tenemos los cristianos en la sociedad de bienestar no es el ateísmo sino la idolatría: arrodillándonos ante el tener, poder y gozar a costa de quien sea y de lo que sea. Incluso manteniendo apariencias religiosas o algunas prácticas rituales.
La segunda lectura, de la Carta a los cristianos de Éfeso, sugiere una convivencia, en el amor, sin crispaciones, revanchas, mentiras. Re-creando la conducta de Jesús que pasó por el mundo haciendo el bien, curando heridas, combatiendo las fuerzas malignas que tiran a las personas por los suelos y derribando muros de separación.
Estamos viendo cómo en la lógica del mercado las personas son valoradas no por su dignidad inviolable sino por lo que económicamente rentan. La idolatría del dinero y del poder provoca injusticias sociales, guerras, atropellos intolerables contra las víctimas inocentes que mueren abandonadas de todos. Mientras, el papa Francisco pide que cesen las guerras, que tengamos como horizonte y objetivo la fraternidad sin discriminaciones.
El evangelio de San Juan es el más tardío de los cuatro evangelios que se leen en la misa. Ya en su prólogo trae la confesión cristiana: Jesucristo es Palabra, Presencia de Dios mismo “en la condición humana”. Escribe partiendo de la revelación de Dios en la historia bíblica. Según el libro del Éxodo, Moisés pide a Dios que diga cual es su realidad o su nombre. Y Dios contesta: “Soy el que soy”. Y el evangelista Juan aplica a Jesús ese nombre o realidad divina en muchos pasajes. En esa visión hay que interpretar la revelación “Yo soy el pan de vida”.
El discurso comienza con la exigencia ineludible de la fe en Jesús en cuanto es el pan divino bajado del cielo (Jn 6,29). El evangelista parte del AT: “vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; el que coma de este pan vivirá para siempre”.
La incredulidad de los oyentes se apoya en la condición humana de Jesús; conocen a sus padres y parientes; trabaja, come y participa en la oración del sábado como los demás judíos; no se considera superior a nadie y es amigo de los más pobres y religiosamente pecadores. No puede ser el pan de vida bajado del cielo.
La novedad singular de la fe o experiencia cristina es la encarnación: Presencia de Dios amor que se da en la condición humana. En su conducta y en sus palabras Jesús es el pan de vida. La respuesta a las necesidades y esperanzas de la persona y de la sociedad humanas. La clave inspiradora para la renovación o conversión de la Iglesia. La luz y camino para el perfeccionamiento de la humanidad con todas las realidades entre las que vive.
Pero esa fe no se reduce a creencias en verdades formuladas. Es una experiencia similar al amor: entrega libre y total a la revelación de Dios. Tiene su iniciativa en la auto-comunicación de Dios amor que se da “nadie viene a mi si el Padre no le atrae”; nuevo nacimiento del Espíritu en nuestra intimidad siempre dentro del mundo. Pero al mismo tiempo es quehacer humano; salida voluntaria de nuestro egocentrismo; abriéndonos libre y totalmente a esa comunicación. Es el encuentro que llamamos gracia.
La celebración eucarística es el símbolo y el momento cumbre de la fe, comida y encuentro con Jesucristo, “pan de vida”. que debe tener lugar en la existencia cotidiana del bautizado.
Evangelio del domingo 11 de agosto del 2024