En la primera lectura de este domingo 24 del tiempo ordinario, tomada del tercer poema, o canto, del Siervo de Yhave, el profeta Isaías hace una descripción profética del Mesías, expuesto a toda clase de sufrimientos para expiar nuestros pecados y alcanzarnos la salvación mediante la cruz. Y así, en la sangre del Mesías-Siervo, (Jesús sufriente), queda sellada la nueva Alianza universal y la salvación.
El siervo del Señor personifica el fracaso aparente, atormentado, y tenido por réprobo. Pero revela que en el fracaso puede haber sentido. Dios se le revela presente en el dolor como salvador y enseña a los que sufren a estar a la escucha porque Dios se hace presente en el sufrimiento.
Los relatos de Isaías del “siervo de Yahvé” son textos preciosos que esbozan el perfil del profeta y de las comunidades proféticas de todos los tiempos, incluidas las comunidades comprometidas con la no violencia para la consecución de un mundo mejor para todos y, prioritariamente, para los más oprimidos.
En la carta de Santiago, se nos ofrece una lección fundamental de la vida cristiana: la fe y las obras. Creer en Dios y no vivir según el plan de Dios, es una burla al Señor y un escándalo ante los hombres. Quien ha recibido el don de la fe tiene que hacer obras nacidas de la fe, si no, todo queda en palabras vacías.
Con las obras se muestra la fe. El cristiano se siente inmediatamente invitado a considerar como vive, si su vida está orientada al cuidado del hermano y de la caridad. La fe conceptual no salva, tiene que pasar a lo concreto de la vida. San Agustín: “el verdadero testigo de la fe en Cristo no se contenta con predicarla, sino que percibe las necesidades del prójimo y busca solucionarlas”.
Y en el evangelio de hoy, nuestra atención queda prendida de una confesión: la de que Jesús es el Mesías, el salvador. Pero un salvador, un mesías cargado de dolor y sufrimientos. Estamos ante una invitación al conocimiento de Cristo Redentor y al seguimiento del mismo, pero tomando cada uno su cruz, lo que escandaliza a Pedro.
Y es que el anuncio de la pasión compromete a Jesús a ofrecer a los discípulos las condiciones esenciales para seguirle.
Lectura del libro de Isaías 50, 5-9ª :
"El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás…"
Salmo 114
R/ "Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos."
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14-18:
"¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe?..."
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 8, 27-35:
"En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»…"
Hoy, en las pautas damos preferencia al tema de la fe y las obras sin olvidar la ineludible teología de la cruz; no porque sufrir sea nuestra vocación sino porque no hay cristianismo sin cruz.
Profetizó el Siervo paciente (Isaías 50, 6: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban …, la ofrecí como si fuera un malhechor; y Jesús antes de morir exclamó: “ha de cumplirse en mí esta escritura. Fui contado entre los malhechores” (Lc 22,37)
La teología y la comunidad cristiana, desde el comienzo de su historia, han contemplado como anuncio profético la figura del Siervo paciente referido a Jesús que carga con nuestros pecados y los expía en la cruz. El nos anuncia la salvación y, sin embargo, es despreciado por aquellos a quienes redime.
El evangelio de hoy (Marcos, 8, 27-35) es el comienzo del núcleo central del segundo evangelio canónico. Hasta ahora los discípulos parecían incapaces de reconocer quien era Jesús. Ahora a partir de la confesión de Pedro: “Tu eres el Mesías” se habla de Jesús como el Siervo sufriente de Isaías que cumple todo lo anunciado en su camino de cruz. Perspectiva esta a tener en cuenta: vida en fe y obras con el yugo incluido de la cruz.
Por tres veces anunció Jesús su pasión y su muerte por nosotros. Jesús sabía bien que se dirigía, desde la cuna hacia la cruz y a la resurrección, pero los discípulos no podían entender que ese fuera el final de un Mesías poderoso y lleno de misericordia en quien creían. De ahí que Pedro se pusiera a reprenderle y Jesús tuvo que reprimirle porque su actitud era satánica e infiel. “Quítate de mi vista, Satanás, ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
Desde la perspectiva cristológica de Marcos como teología de la cruz, teología de salvación, salen muy mal paradas las visiones y ambiciones de los discípulos que no podían admitir que el Mesías sufriera, o las nuestras que no acabamos de ponernos al servicio del amor, de la caridad y de la justicia de los más necesitados. Y es que, con la vida, las obras y los actos, es como hay que mostrar la fe.
El teólogo Julio Lois cuando define en que consiste la auténtica espiritualidad cristiana señala tres rasgos: conocer la realidad, cargar con la realidad y cambiar la realidad. Dios nos llama a comprometernos, desde nuestra fe, y con las obras a bajar de la cruz a los crucificados de este mundo. Porque la fe si no tiene obras, por si sola está muerta. Tanto la carta de Santiago como el relato del evangelio de hoy nos alertan contra la tentación de una espiritualidad intimista, una mera adhesión intelectual a los dogmas, o a una privatización de la fe. Y no, la fe es el encuentro personal con Jesús, vivido en comunidad, que nos lleva a vivir en relación filial con el Dios del Reino y con los hombres, nuestros hermanos.
Se hace Dios presente en nuestros sufrimientos. ¿Cargas con tu cruz? ¿Cómo compaginas en tu vida la fe y las obras? Decir: creo en Dios y no vivir según el plan de Dios es una burla al Señor y un escándalo ante los hombres.
Evangelio del domingo 15 de septiembre del 2024