Nos preparamos a celebrar la muerte de Jesús y su resurrección. En este domingo la Palabra de Dios destaca la fe como confianza. Recomendación imprescindible cuando estamos viendo tantas heridas y tantas víctimas en nuestro mundo mientras aparentemente Dios guarda silencio ¿Estamos solos en la vida? ¿nuestro destino final es la nada y el fracaso? ¿merece la pena seguir buscando más humanidad si todo termina en el sepulcro frio y mudo?
A estos y otros interrogantes parecidos responde hoy la Palabra de Dios.
En la primera lectura el sacerdote Ezequiel está sufriendo con otros judíos el destierro en Babilonia y como profeta trata de levantar el ánimo hundido los desterrados. La segunda lectura -carta de San Pablo a los romanos- recuerda que los cristianos hemos recibido el Espíritu que da vida y nos levanta de la postración mortal en que nos sumerge nuestro radical egoísmo. Finalmente, la tercera lectura sugiere que la resurrección de Lázaro: es fruto del Espíritu que actúa en quienes que, a veces en silencio y a pesar de todo, siguen confiando.
Las tres lecturas traen un mensaje central: En las situaciones sombrías de nuestra existencia no estamos solos. Hay una Presencia de amor en la que existimos, nos movemos y actuamos. Cuando nos abrimos a esa Presencia y nos dejamos seducir por ella -es lo que significa la fe- somos capaces de vencer a la muerte. Y el Espíritu suscita en nosotros esa fe o confianza en que, ocurra lo que ocurra, nuestro destino es la es la vida.
Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14 :
Esto dice el Señor Dios: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel.
Sal 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8
R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 8-11:
“…Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros”.
Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 3-7. 17. 20-27. 33-45 :
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis
Los principales del pueblo judío han sido deportados a Babilonia. Sufriendo el desprecio de sus opresores, se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres. En esta situación el profeta Ezequiel trae la parábola de los huesos secos y amontonados porque no tienen vida. Y desde la experiencia de Dios anuncia que en esos huesos secos se infundirá el Espíritu de vida y se reanimarán.
Si bien el profeta se refiere a la liberación de las vejaciones que están sufriendo en Babilonia los judíos deportados, esa parábola de algún modo anuncia ya la esperanza en la liberación final de toda la humanidad gracias al Espíritu de vida cuya voz y fuerza está presente y actúa en la evolución de la historia con tantos cementerios de huesos secos. Es importante actualizar hoy la presencia y actividad del Espíritu cuando persiste a ideología del imperialismo que impone la ley del más fuerte; cuando la insaciable codicia de unos siembra miseria y muerte para lo más desvalidos; cuando muchos se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres.
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales
Segunda lectura. San Pablo en su carta a los cristianos de Roma indica bien la alternativa de fondo a la hora de caminar hacia una sociedad de vida y de liberación para todos: vivir según la carne cuyo resultado es la muerte, y vivir según el espíritu cuya tendencia es la vida. Con frecuencia identificamos esas dos tendencias con el binomio cuerpo-alma; la vida material sería del cuerpo, mientras la vida espiritual se forjaría en el alma. Incluso en algunos persiste la visión griega del cuerpo como prisión y enemigo del alma cuya vida espiritual tiene que liberarse de los condicionamientos y relaciones corporales.
Pero en la visión bíblica el ser humano es cuerpo y alma, como un todo, puede ser enteramente vivificado por el espíritu de Dios. El cuerpo es la persona humana vuelto hacia los demás y en relación con ellos; en esta relación individualista o solidariamente. Según el mismo San Pablo en la segunda carta a los fieles de Corinto, en la resurrección también el cuerpo es transformado y entra en comunicación solidaria con todos y con todo, será “un cuerpo espiritual. En esta visión bíblica debemos interpretar la distinción que hoy hace San Pablo: “los que viven según la carne y desean lo carnal; y los que viven según el Espíritu y desean lo espiritual.
Las palabras “carne y carnal” tienen aquí un significado peyorativo: instinto egoísta de cerrazón a la vida comunitaria. Lo explicita bien el mismo San Pablo en la carta dirigida a los fieles de Galacia: “Si vivís según el Espíritu, no deis satisfacción facción a las apetencias de la carne que son contrarias a las apetencias del espíritu. Las obras de la carne ya son conocidas: idolatría, odios, discordia, celos, iras, rencillas, envidias. En cambio, fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. Carne y espíritu no son equivalentes a cuerpo y alma. Designan dos actitudes y conductas en la forma de interpretar y tejer la existencia.
En su carta a los cristianos de Roma que hoy leemos, San Pablo recomienda que nos dejemos seducir por el Espíritu de vida que hemos recibido en el bautismo y siempre nos acompaña. Es la clave para vencer a la muerte o cerrazón a la Presencia de Dios en que habitamos y nos sostiene garantizando que nuestro destino es la vida en plenitud.
Es muy significativo el relato de San Juan sobre la resurrección de Lázaro. Jesús experimenta la sombra de la muerte física que sufrimos los mortales. Pero no da mucha importancia a la muerte física; no se apresura para ir a Judea donde está el pueblo de Lázaro; incluso aguarda cuatro días cuando según la legislación judía, la muerte física ya está confirmada. Sin embargo es importante un detalle. Cuando llega al sepulcro de su amigo, Jesús “sollozó muy conmovido” y los presentes comentaban: “mirad cómo le amada”. En los sentimientos de Jesús se está revelando los sentimientos de Dios que nos ama; en este amor gratuito y siempre actual, se fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.
Marta piensa como muchos judíos de su tiempo ¿por qué no interviene Dios con un milagro para librarnos de la muerte física? “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Simbólicamente María, la otra hermana de Lázaro, tiene una mirada contemplativa sobre la muerte física, y no sale a pedir milagros, “se queda sola en casa, acepta en silencio la muerte y confía en el amor de Dios que Jesús respira y manifiesta en su conducta.
En efecto responde con una luz nueva para esa confianza: “El que cree en mí no morirá para siempre”. La fe cristiana es la entrega confiada y libre de toda la persona a esa Presencia de Jesucristo como Palabra de Dios, amor y vida que continuamente se está dando “en la carne”. Esta fe, como el amor, es más fuerte que la muerte física. Por eso el que cree de verdad, aunque físicamente como mortal acaba su tiempo en la tierra, la muerte no tiene dominio sobre él. Su destino es la plenitud de vida.
Con este relato San Juan ya está remitiendo a la resurrección de Jesús. Su alimento ha sido hacer a voluntad del Padre y amar a los seres humanos “hasta el extremo”. Por eso, según el cuarto evangelista, su entrega por amor hasta dar la propia vida, ya es victoria sobre la muerte. Camino, Verdad y Vida para todos.
Y un detalle bien significativo. Lázaro sale del sepulcro: “los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario”. Son los signos de la muerte que permanece; Lázaro vuelve a la vida pero no está liberado de a muerte; se trata de una revivificación. En cambio, según el mismo evangelista, cuando Pedro entra en el sepulcro donde habían colocado el cadáver de Jesús, “ve las vendas en el suelo y plegado en un lugar aparte el sudario que cubrió su rostro”. El Resucitado ha entrado en una plenitud de vida sin muerte; ya no muere más.
En las tres lecturas somos invitados a dejarnos seducir y trasformar por el espíritu de Jesús que anima nuestros huesos secos, nuestra vida que sucumbe a los fracasos; que nos saca del egoísmo y apetencias individualistas, que nos da confianza para superar el trance de la muerte física sorda y muda: el que cree en Jesucristo, aunque físicamente muera, entra en la plenitud de vida sin dolor ni muerte.
Es oportunidad para reflexionar como creyentes cristianos:
“El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Gracias al Espíritu, Jesús está dentro de nosotros como palabra de Dios que nos pregunta: “¿Crees esto?”
En el panorama de mundo actual con tantos desastres ¿en qué fundamentas la esperanza o mirada confiada hacia el porvenir?
¿Hasta qué punto y en qué medida estás superando la crisis de fe o que hoy está sufriendo a comunidad cristiana?
Evangelio del domingo 26 de Marzo del 2023