El presente artículo no pretende sugerir, disuadir o fomentar otro uso distinto del dióxido de Cloro al expresamente autorizado por las entidades nacionales competentes, sino brindar elementos que contribuyan a una mayor comprensión del problema, fomentar el debate y promover la investigación científica.
Muchos recuerdan cuando el entonces presidente Donald Trump en abril del año pasado proponía "tomar cloro" como una manera de "limpiar" el organismo del coronavirus. Y producto de esas irresponsables palabras, 15 adultos se envenenaron en Arizona y Nuevo México, y cuatro fallecieron, por beber desinfectantes de manos.
Pues bien, este es el primer punto a aclarar. Una cosa es el Cloro (Cl) (en su estado natural), que difiere por ejemplo del hipoclorito sódico (NaClO), del clorato de sodio (NaClO3), del "clorito sódico" (NaClO2) y de nuestro protagonista, el "dióxido de Cloro"(ClO2). Las diferencias entre ellos son tan grandes como puede ser entre el dióxido de carbono (CO2) que exhalamos en la respiración y el monóxido de carbono (CO) del exhosto del vehículo.
Este punto hay que tenerlo muy en cuenta por dos razones. La primera porque muchas de las noticias de intoxicaciones o fallecimientos son por cuenta de los "parientes" del "dióxido de cloro", y en una lectura rápida, como lleva la palabra "Cloro", se puede falsamente asumir que se trata de lo mismo. Y en segundo lugar, porque varias páginas médicas agrupan los efectos de dos sustancias como si fuesen sinónimas o la misma. En particular, se tiende a mezclar la información del "dióxido de Cloro"(CO2) con la del "Clorito de Sodio"(NaClO2).
Otro nombre que puede aparecer es el MMS (Miracle Mineral Solution) o solución mineral milagrosa, que no es otra cosa que agua destilada con una mezcla que no supera el 28% de ácido cítrico (el de las naranjas) con "clorito de sodio"(NaClO2). Al mezclarse ambos se produce "dióxido de cloro"(CO2).
El nombre MMS fue acuñado por Jim Humble, quien le atribuyó a la sustancia propiedades terapéuticas que ayudarían a curar el resfriado común, el acné, la malaria, los virus de la hepatitis y el Covid-19 entre otros.
Varios gobiernos en el mundo han negado que dicha sustancia tenga propiedades terapeuticas. La Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) informa que no se debe consumir MMS y que el dióxido de cloro no es una cura o tratamiento para dolencias médicas. Y el gobierno colombiano a través del Invima no acredita ni el MMS ni el uso terapéutico del dióxido de cloro. Y la Superintendencia de Industria y Comercio acaba de prohibir cualquier comercialización electrónica del producto.
El gobierno colombiano ha ido tan lejos, que hasta a la reconocida modelo y empresaria Natalia París hace pocos días le tocó que retractarse en redes sociales sobre el uso del MMS por supuestamente promover su compra.
Sin embargo, mundialmente no hay consenso sobre las propiedades medicinales del dióxido de cloro. El gobierno de Bolivia no sólo promueve su uso sino que ha invertido en su masiva producción para combatir la pandemia. Y muchos profesionales, como el bioquímico Raúl Pineda Aquino, rescatan los estudios científicos que sobre el producto se han realizado.
El dióxido de cloro (ClO2), descubierto en 1814 por Sir Humphrey Davy, es un compuesto químico que consta de un átomo de cloro y dos átomos de oxígeno. Es un gas de color rojizo a verde amarillento que se disuelve en agua a temperatura ambiente. Se utiliza para una variedad de actividades como antimicrobiano, incluida la desinfección de agua potable.
El dióxido de cloro se usa para desinfectar el agua potable en todo el mundo. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., se agrega dióxido de cloro al agua potable para proteger a las personas de las bacterias dañinas y otros microorganismos. La EPA reconoce el uso de dióxido de cloro como desinfectante del agua potable, y está incluido en las Directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la calidad del agua potable.
El dióxido de cloro es un desinfectante. Cuando se agrega al agua potable permite destruir las bacterias, los virus y algunos tipos de parásitos que pueden causar enfermedades, como el Cryptosporidium parvum y la Giardia lamblia. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) regula que la concentración máxima de dióxido de cloro en el agua potable no sea mayor de 0.8 partes por millón (ppm).
El dióxido de cloro también se usa como un agente antimicrobiano para el procesamiento de aves de corral y para lavar frutas y verduras.
En los hospitales y otros entornos sanitarios, el gas de dióxido de cloro se usa para esterilizar los equipos médicos y de laboratorio, las superficies, habitaciones y herramientas. Los investigadores descubrieron que en las concentraciones apropiadas, el dióxido de cloro es “seguro y eficaz” para eliminar las bacterias de Legionella en entornos hospitalarios, así como la enfermedad del legionario, un tipo de neumonía potencialmente mortal causada por la bacteria Legionella pneumophila.
En una conferencia del bioquímico mexicano Raúl Pineda Aquino (dejamos el enlace más abajo) resalta que el dioxido de Cloro es seguro en las "concentraciones apropiadas". Por ello, la EPA y la OMS la recomiendan para el tratamiento de agua potable. Es decir, todos tomamos dióxido de cloro cada vez que abrimos el grifo o comemos frutas, pero en dosis tan pequeñas que no afectan nuestro organismo. Si esas dosis no se respetan, podemos enfermar y morir.
En cuanto a los usos medicinales, Pineda Aquino presentó varias investigaciones científicas que demostrarían los efectos dañinos del compuesto en altas dosis (más de 100 ppm) en ratas (sprague-Dawley rats) y en monos verdes. Pero en dosis menores, dichos efectos no habrían sido observados
Aplicado el dióxido de cloro en bajas dosis (3 ppm por hora hasta un máximo total de 30 ppm, según el caso) las propiedades oxidativas del compuesto habrían supuestamente logrado destruir varios virus, incluidos el SARS COVID-1 sin mayores consecuencias en el cuerpo humano.
A continuación dejamos el enlace de la conferencia "Dióxido de Cloro: ¿Mitos o realidad? ¿Fe, charlatanería o química básica?", dictada el 3 de septiembre del 2020 en el ciclo de conferencias "Bioquímicos ´84 e invitados". Advertimos que la conferencia es extensa, a veces llena de jerga, pero que presenta datos e importante bibliografía científica que permite colocar en debida perspectiva al dióxido de Cloro.