El cristianismo no es una religión del mundo (como muchas tradiciones telúricas), ni solo una religión del Libro. El cristianismo es una religión de la palabra. La palabra hecha carne en Cristo, y la Palabra que se encarna en cada cristiano; en último término, en la vida de cada persona. De ahí, que El lenguaje es algo más que un instrumento de comunicación es una forma de comunión humana “A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás solo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no entienden” (Mt 13,11).
La Palabra requiere escucha y reactualización,por eso el Verbo viviente es siempre una palabra escuchada. No es leyendo la Escritura, sino escuchando la palabra como esta es efectiva. Sin esta dimensión mística de la realidad, las religiones carecen de alma. De ahí, que la Palabra no es un concepto que expresa y delimita un conjunto de ideas, sino la fuerza de una realidad que ayuda a desvelar la plenitud de lo humano en la persona y la orienta a la realización de lo que Jesús llamó el reino de Dios. El Evangelio es la fuerza salvadora de Dios sembrada en el corazón de las personas y en la vida. La eficacia de la palabra está en la acogida y en la respuesta que cada cual le da. El sembrador sale a sembrar con la convicción y la esperanza de contagiar esa nueva propuesta de un Dios-Amor y de un nuevo ser humano capaz de superar la dureza y el embotamiento de su corazón; con ojos compasivos y abierto a hacer de la Palabra-Vida, su vida.El Reino de Dios es más que una religión, va mucho más allá de las creencias, los preceptos y los ritos de una religión; es una manera de entender y de vivir a Dios que, desde la experiencia del evangelio, lo cambia absolutamente todo.
Lectura del libro de Isaías 55, 10-11:
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,...así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía,...”
Salmo 64, 14
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-23:
"Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto…"
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron…”
La impresión que nos transmite el relato de este texto es la de un hombre que sale de su casa con la firme determinación de sembrar y hacer todo lo posible para que en su campo se haga realidad, transcurrido el tiempo, la expectativa que alienta su proyecto y su profunda confianza. Lleva consigo la semilla y su experiencia de vida campesina que le ha dado alegrías algunas veces y sinsabores otras. No siempre se han materializado plenamente sus deseos, pero, en esos casos, ha sabido, cuando ha podido, sobreponerse a esas contrariedades que le hacían pasar severas estrecheces los años en los que se frustraron sus deseos. Pero él nunca deja de sembrar y esperar su cosecha.
El sembrador del texto es Jesús. Ha salido de su casa a “sembrar” y lleva consigo la semilla (la Palabra) y su vida entregada a la realización del Reino. Estos dos elementos son la simiente. Tiene clara su misión y llevará adelante el designio de su Padre hasta el final. La Palabra es su fuerza y alimenta su vida. Y Nosotros, somos hoy los destinatarios de esa siembra y, a quienes también, al término de la parábola, dirige ese aviso que suena en nuestros “oídos” y en nuestro corazón: “El que tenga oídos que oiga”.
¿Tenemos el corazón embotado porque oímos sin entender y miramos sin ver? ¿Flaquea nuestra confianza en Dios y no creemos que el Reino pueda materializarse?
Estamos ante uno de esos momentos de cambio que afectan a todos los órdenes de la vida: cultural, religioso, económico, político, social, ecológico… Por un lado, nuestro mundo es mucho más plural cultural y religiosamente. Por otra parte, nos enfrentamos a situaciones de profundo sufrimiento colectivo, marcadas por grandes desigualdades, pobreza, guerra y una violencia generalizada. La globalización del sufrimiento muestra también la incapacidad de los responsables de gestionar las causas de todo esto y sus consecuencias.
Jesús presenció un mundo en pleno cambio también, con la globalización de un imperio que tuvo consecuencias muy importantes para aquel momento. Pero de ahí surgió una nueva manera de vivir a Dios.
Los cristianos no vivimos de la seguridad y la certeza, nos caracteriza la confianza en Dios, esa misma que, como en el caso de Abraham y Job, alimenta nuestra convicción de que Dios nunca nos falla. En estos tiempos, marcados por la incertidumbre y la complejidad, la Palabra hecha carne en Cristo, sigue teniendo la fuerza de alimentar esa confianza para asumir el reto que para el cristiano es afrontar estos cambios y hacer de ellos una oportunidad para la creatividad, el asombro y la novedad del mensaje evangélico. La cuestión es cómo vivir el misterio y la gratuidad en medio de este mundo mayoritariamente funcional, y ver cómo la experiencia de Dios también puede ser contemporánea de esta realidad.
A veces perdemos la confianza en que el Reino sea posible. Pues bien, en la medida en que nuestra confianza en Dios nos lleve a nosotros a hacer en nuestro mundo lo que Jesús hizo en el suyo, iremos realizando la tarea del Reino. Aunque sea en cosas muy pequeñas, pero es importante que no tengamos una actitud pasiva en la espera del Reino y aprendamos a vernos como constructores activos del mismo. En cualquier caso, es importante que nunca seamos ni conformistas, ni pasivos ante lo que ocurre. Especialmente, que nunca nos ataque el virus de la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Si somos capaces de ir metiendo esto en nuestras vidas, experimentaremos que el Reino se está realizando. El mundo es hoy una responsabilidad nuestra, cada uno en la medida de sus posibilidades y de su entorno, pero Dios necesita que le echemos una mano (mejor, que seamos sus manos) en corregir las desigualdades, las injusticias, las corrupciones y las muestras de desamor y abandono que nos encontramos tan frecuentemente.
¿Creemos en la fuerza renovadora del Evangelio en nuestra vida?
¿Sentimos lo nuevo de una fe vivida en estos tiempos inciertos y complejos?
Evangelio del domingo 16 de Julio del 2023