'NO ME VAYAN A HACER DAÑO, GANARON': GILBERTO RODRÍGUEZ

A continuación reproducimos la crónica que EL CALEÑO publicó el 10 de junio de 1995 cuando fue capturado en Cali Gilberto Rodríguez Orejuela, máximo líder del Cartel de Cali.

Junio 2 del 2022

“Como a eso de las 2 de la tarde, nos ordenaron formar, comenzó diciendo “Boyaco”, uno de los mil hombres que hacen parte del Comando Especial Conjunto C.E.C., componente de la Policía Nacional, pero como siempre nunca nos informaron para dónde íbamos y mucho menos qué íbamos a hacer”.

“El propio comandante, mi Coronel Murcia, -continuó diciendo el miembro de la fuerza especial-, dirigía el operativo y se subió a uno de los tres helicópteros que despegaron de la base de carabineros”. Nosotros arrancamos a toda velocidad en por lo menos 20 vehículos entre camiones, automóviles, camperos y vehículos especiales para detectar llamadas telefónicas”.

“La orden era dirigirnos al norte y no fue fácil presumir que íbamos para uno de tantos allanamientos. Cuando llegamos al sitio que estaba sobre una cuesta que va para el Cerro de las Tres Cruces, nos dividimos en varios grupos, ya que la orden era rodear una pequeña manzana y empezar a escalar unos gigantescos muros”.

Así comenzó uno de los operativos más espectaculares y contundentes del componente de la Policía Nacional, del Comando Especial Conjunto, que terminó con la captura de uno de los hombres más buscados del denominado Cartel de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela.

“¡POSITIVO! ¡LO TENEMOS!”

Faltaban como quince minutos para las cuatro de la tarde, cuando los mil hombres que hacían parte del operativo, denominado “Centauro”, llegaron a la Carrera 9ª con Calle 20, parte alta del barrio Santa Mónica Residencial, un exclusivo sector del noroccidente de la capital del Valle. El objetivo, allanar tres residencias situadas en la Calle 28N con Carrera 9ª, donde se tenía certeza y seguridad que se encontrara escondido el principal miembro del cartel, Gilberto Rodríguez, más conocido como “El Ajedrecista”.

Como en el juego de ajedrez, fue movimiento rápido, seguro y certero, donde las fichas ofensivas coparon al rey, inutilizaron sus defensas y no le dejaron espacio para escapar, fue el jaque mate perfecto en el que el derrotado reconoció la victoria de su contrincante y como buen perdedor felicitó al triunfador: “Ustedes ganaron, los felicito, ese es su trabajo”. Con esos términos se expresó Gilberto Rodríguez al dialogar con el oficial que lo vio salir del escondite, que no era más que una caleta de un metro de ancho por dos de alto, en la que sólo cabía una persona y que estaba detrás de un escaparate o repisa para un televisor, un betamax y otros elementos.

“NO ME VAYAN A HACER DAÑO”

La casa donde se escondía Gilberto era un inmueble relativamente modesto si lo comparamos con otros allanados. Es de una sola planta, con doble garaje y puertas metálicas, que se abren y cierran electrónicamente y una puerta de entrada en el costado derecho, que fue por donde entraron los miembros de la Policía del C.E.C., quienes empezaron a revisar pieza por pieza, ante la mirada aterrorizada de dos empleadas del servicio, una amiga de Rodríguez Orejuela y dos hombres, que según los uniformados, eran miembros de su escolta personal. Cuando llegaron a la biblioteca donde estaba el escaparate sobre el que reposaba el televisor y el betamax, los agentes lo corrieron y se encontraron con una pared falsa en madera. Con las cachas de los fusiles galil golpearon la superficie y notaron que estaba hueca. No había duda alguna, era una caleta.

Eran las tres de la tarde cuando falló el primer intento de abrir la caleta. En el segundo envión, la madera rechinó levemente y ante los ojos de los policías apareció la figura de un hombre gordo que tenía bigote y barba, estaba pálido y un poco sudoroso.

Por un instante reinó el silencio. Los hombres del C.E.C., estaban atónitos. Habían hecho tantos allanamientos infructuosos y habían descubierto toda clase de caletas, pero sin nadie dentro de ellas, que ahora, en este dramático instante que ya nunca podrán borrar de sus mentes, se quedaban mudos y sin saber qué hacer. Era como el cuento de Alí Babá y la frase famosa de “ábrete sésamo”.

Gilberto Rodríguez levantó un poco las manos en señal de rendición y dijo: “No me vayan a hacer daño, ganaron”. De esta manera fue capturado uno de los hombres más buscados del mundo y trasladado de inmediato a Bogotá donde el Presidente de la República pregonó el comienzo del fin del denominado Cartel de Cali, y las autoridades cantaban victoria a los cuatro vientos.

Mientras tanto en Cali, la gente recibía la noticia con cierto temor, pues aún en sus mentes está latente la guerra que el Cartel de Medellín le declaró al país y que tanto dolor y muerte le trajo a miles de personas ajenas al conflicto.